sábado, 7 de mayo de 2022

Muchas personas que conozco tuvieron la fortuna de nacer, crecer y ver morir a su madre, pero en mi caso, casi que solamente la vi horas antes de morir. 

Se han preguntado, el valor que tiene una madre, ¿Qué tanto puede amar a sus hijos? Yo lo descubrí  50 años después, cuando recibí una carta escrita por ella el 3 de noviembre de 1970, la misma que hoy considero el mayor baluarte y tesoro material que tengo, ese escrito merece todo mi reconocimiento y respeto, pues fue a mi padre al que se la enviaron y él me la envió hace un año. 

“Bogotá, nov. 3/70 

Sr. Dón.

Aroldo Martínez

Sta Marta: .

Estimado Aroldo, después de saludarte en unión de los tuyo deseando se encuentren bien. Paso ha comunicarte lo siguiente, pensando mejorar mi situación , me casé y ha sido peor, pues el señor no quiere al niño así que he pensado contra mi voluntad, entregarte al niño o pedirte una ayuda, ya que tu eres el llamado a remediar esta situación en cuanto ha tu hijo, te suplico me conteste lo más pronto a esta dirección, kra. 66 No 62 – 51. 

No te imaginas cuanto sufro al tomar esta decisión, pues veo que tu poco te as interesado por el lastima de esta criatura que tan pequeño y ya empiece a saber los sufrimientos de la vida. 

Yo te lo entrego con todo el dolor de mi alma. 

Agradeceré que semanalmente me cuentes del niño. 

Me despido en espera de tu pronta contesta. 

Maruja Caballero” 

Dicen que… “todo sucede por algo”, salí del lado de mi madre a los tres años sin ningún recuerdo en la mente y la busqué a los 18 antes de mi ingreso a la Escuela Militar y de allí, poco a poco, me fui acercando con la timidez del momento y la insistencia de algunas personas que deseaban conocerla. 




A sus hijos les ocultó mi existencia, pero cuando pudimos compartir en pocos momentos siempre mataba una gallina, hacia sancocho y me daba la pierna pernil, todo bajo la prudente distancia de tratarnos como señor Martínez y señora Cecilia. 

Pero el camino de mi vida es así y en ausencia de una madre, muchas madres han aparecido y de una u otra manera cumplieron el papel de la mía, entre ellas que en paz descansen, Eva González Ana Luisa Orozco y Celsa Pérez, además Nolide Fariñas, Teresa Monroy, Alicia del Socorro Martínez y quien me criara, formara y me recibiera en su hogar entre 1970 y 1985 como a un hijo Alicia Ceballos de Lavalle mi abuela paterna y madre adoptiva hasta el 2019. 

Hoy todas merecen mi gratitud, respeto y reconocimiento, porque gracias a ellas pude avanzar con la calidez de una mujer que siempre me brindaron la preocupación y apoyo como una madre, sin embargo, los reconocimientos de hoy son para Cecilia Caballero, quien a pesar de su dolor se desprendió de mi para favorecer y bendecir siempre mi camino, se que desde el cielo es un ángel que me acompaña siempre, gracias madre.   

“El camino puede ser difícil, pero con su ayuda lo podemos lograr” soy ciudadano


6 comentarios:

  1. Mi Coronel, no me cabe duda; una vez más, de su grandeza y don de buena gente, pues trae intrínseco, la humildad que no ha perdido....toda mi admiración por usted....no me he equivocado.

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  2. A DIOS doy gracias por mi madre que en el cielo está y a ti, Carlos por hacer parte de mi familia.(hermano).un abrazo

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En agradecimiento

Virgen de la Milgrosa -
Cerro El Cundí
(Santa Marta - Colombia)

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