
Pero como la migración no es fácil y menos para personas de cero recursos, le toco trabajar de niñera, aseo, cuidando personas de la tercera edad y cocinando, todo para ganar dinero y poder ayudar a su madre y a su hijo a quienes dejo de lado para darles un destino mejor, le toco enfrentar las dificultades del idioma, del mal trato, las intenciones del abuso de los hombres inescrupulosos y lo peor esconderse a toda hora de la policía local por miedo a la deportación.
Sin embargo, a pesar del tiempo y con mucha nostalgia habla de su país, lleva la bandera tricolor a todas partes sintiéndose orgullosa de su terruño, de la salsa de juanchito, de la tradicional ciudad donde se consume el chontaduro, cholado y el champús, sabores deliciosos que la inspiraron para vender comida colombiana.
Ella, logro con ayuda de otros migrantes incursionar en el mundo gastronómico luego de muchos años y como es una mujer de empuje, dedicada y disciplinada, logro montar ese pequeño lugar con sabor a Colombia al que denomino los caprichos de Yasmin, un sitio donde los fines de semana podías comer tamal o lechona recetas típicas del Tolima, un ajiaco santafereño, empanadas de carne, las arepas de huevo de la costa y la deliciosa bandeja de los paisas, además de los tradicionales buñuelos y pandebonos.
Le pregunte cual ha sido el reto más grande de ser migrante, me respondió, tener que alejarte de tu patria, someterse a las humillaciones de personas que abusan de tu situación, el racismo, y tener que empezar de ceros en tierras donde nadie te conoce ni te dan la mano, todo, por soñar con darle a la familia una mejor calidad de vida.
“El camino puede ser difícil pero con tu ayuda lo podemos lograr”
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