martes, 25 de noviembre de 2025


El pasado domingo 23 de noviembre, veteranos y reservistas de Colombia en horas de la mañana, en diferentes ciudades, se pronunciaron en favor de los militares y policías que están actualmente en la fuerza pública, solidarizándose en medio de las situaciones que los aquejan, como asesinatos diarios y plan pistola, secuestros masivos, atentados terroristas en sus instalaciones; comprendiendo que atraviesan por un pésimo liderazgo ejercido por su comandante supremo; y solidarizándose frente a la moción de censura del Ministro de Defensa por el bombardeo ordenado por Petro al campamento de las FARC.

Por la tarde… una bomba de no sé cuántos kilotones fue lanzada por el noticiero de Caracol a los colombianos.

Se trataba nada menos que de uno de los tres generales que acompañan a Gustavo Petro en su gobierno, Parra, Pinto y Huertas, este último llamado por el presidente nuevamente al servicio luego de ser retirado por Iván Duque y asignado a mover el comando de personal del Ejército, envuelto en un escándalo por vínculos con las disidencias de las FARC, directamente con su cabecilla alias Calarcá.


Los tres, sin vergüenza y sin honor, posaron para la foto como si fuera un honor al lado de Iván Cepeda, a quien le dicen “el candidato de las FARC”, nada menos ni nada más que acompañados del sargento Chala, visto ondeando la bandera del M19. Todos se arrodillaron por cargos y plata ante quien fuera hoy el verdugo político que habla de “libertad o muerte” en la plaza pública; dirían al interior de las instituciones “lambones”, “regalados”, “puñaleros”; Diomedes Días les gritaría “sapo, lambón…”. Aquí afuera serán conocidos como “traidores de la patria”.

Se pregunta uno: ¿Cómo esas personas que asistieron al programa de alta gerencia del INALDE, realizaron el curso de Altos Estudios Militares, reciben el título de Magíster en Seguridad y Defensa, les otorgan un grado y mando, además de un excelente sueldo, terminan vendiéndose por un plato de lentejas al presidente guerrillero?   

¿A cuántos soldados han matado, secuestrado, golpeado, maltratado, humillado y escupido las FARC? ¿A cuántas personas secuestran, matan y asesinan el ELN? ¿Cuánto desplazamiento masivo de colombianos bajo la teoría de llevar la guerra del campo a la ciudad han generado estos grupos? ¿Cuántos grupos armados después de la violencia llegan a recibir un erróneo perdón y olvido, hacen uso de la falsa paz para convertirse en partidos políticos como el M19? Tan solo por eso los generales Parra, Pinto y Huertas, además de la serpiente azul y todos los que han apoyado a quienes apoyan políticamente a los asesinos del Estado, deberían ser considerados como apátridas; nada justifica pisotear la dignidad de las instituciones y la fe del pueblo en sus militares y policías.

Oportuno momento para preguntarse: ¿Qué pasa con nuestros militares y policías en Colombia entrenados para liderar la guerra interna? ¿Se les acabó la vocación de servicio, el sentimiento patriótico heredado para defender el país? ¿Por qué tanta sumisión al zapato gubernamental político de la izquierda? ¿O son hombres verdaderamente nobles y respetuosos que aun en estos momentos solo agachan la cabeza esperando que el tiempo pase y la situación cambie bajo la obediencia debida? ¿Se acordaron del honor, sus hijos y familiares? No lo sé, pero su actitud deja en tela de juicio la norma constitucional expedita en el artículo 217: “La nación tendrá para su defensa unas fuerzas militares permanentes”; téngase claro que la nación es el pueblo.

Entiéndase entonces el error garrafal que ese mismo pueblo representado por once millones de personas ha generado al elegir al Pacto Histórico y a Gustavo Petro con su recua de lacayos, bandidos y terroristas, pisoteando la historia que podrían repetir gobierno si no se actúa oportunamente en el 2026.

En la séptima conferencia de las FARC de 1982, que buscaba la toma del poder, se planeó una guerra política y la otra armada, el debilitamiento de la fuerza pública, dañar las relaciones con el gobierno norteamericano, generar una alta migración, continuar la lucha armada en el campo y la ciudad, reclutar menores y mantener al país bajo amenaza permanente e infiltrar y penetrar las instituciones del Estado; todo se está cumpliendo, además de continuar con la estrategia guerrillera de cuidar los campamentos, cultivar y producir drogas y los narcos vender y exportar. ¿Será esa la radiografía nacional?

Los hechos hablan por sí solos: dos generales de la policía humillados por Petro públicamente en Cali, un exdirector nacional de la policía a la cárcel, tres generales que dejan mucho que decir, entre otros Huertas, y un ministro de Defensa en tela de juicio por la compra de los aviones a Suecia, donde Santos Calderón ganó el criticado premio Nobel.

Preguntas finales: ¿Dónde están los órganos de control? ¿Dónde está la justicia? ¿Dónde está el Congreso? Parece que todo está en manos del petrismo; como diría el viejo humor mexicano: “Oh, ¿y ahora quién podrá defendernos”? 

“El camino puede ser difícil, pero con su ayuda lo podemos lograr”. “Soy ciudadano”.

 


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