martes, 16 de diciembre de 2025

Solo el que tuvo la oportunidad de conocerlo podrá hablar de él, un general de esos que reflejaban confianza, seguridad, autoridad y liderazgo militar. Lo conocí en la Cuarta Brigada del Ejército y en algunas oportunidades confió su vida y la de su esposa en nosotros.

Le tocó momentos supremamente difíciles, los mismos que hoy la historia no podrá políticamente borrar: las tomas guerrilleras a los municipios, los retenes ilegales sobre las vías, los secuestros masivos, además de la delincuencia urbana cuando la guerrilla declaró que cambiaría el conflicto del campo a la ciudad. Ese fue, entre otros, el escenario que le tocó vivir en las bellas tierras antioqueñas, además del violento accionar del Cartel de Medellín.

Para la época decían: “Quien llegue de comandante de la Cuarta Brigada, será el futuro comandante del Ejército”, y así fue. Años después nos encontramos nuevamente en Granada, Meta, donde luego de un cuestionamiento público que le hice, “aparentemente no le gustó” como oficial de la Brigada Móvil número tres. Luego de su intervención, envió a su ayudante para que me llevara al helicóptero y lo acompañara a una visita a La Uribe, Meta. Todo el recorrido fue dialogando sobre mis opiniones sobre la guerra y el fin de la misma. Fíjense, el comandante de uno de los mejores ejércitos del mundo escuchando y dialogando con un capitán; su sencillez daba la confianza para compartirle las ideas.

Jamás olvidaré, tiempo después, nuestro viaje a Mitú desde San José del Guaviare luego de la retoma militar de esa capital a los dos días, la forma como los reporteros se molestaron por no dejarlos ir en el avión, la periodista que lo manoteaba casi pegándole en la cara y luego ver el escenario dantesco que dejó la guerrilla de las FARC en esa ciudad, solo destrozos, pánico, muerte, dolor, terrorismo, vandalismo y sangre.

La dinámica nos volvió a unir en Ipiales, Nariño, siendo el Comandante General; me parecía un niño regañado junto con la cúpula militar, sentados en unos asientos de escuela en una reunión binacional con el vecino país de Ecuador, donde la ministra de defensa, la canciller y ministra de comunicaciones dirigían y guiaban la actividad diplomática por la instalación ilegal de antenas de comunicaciones en los límites fronterizos de Colombia; allí veía claramente la subordinación política que existe incluso en nuestros tiempos.

Su retiro de la institución fue primero que el mío, pero nunca perdimos el diálogo ameno, respetuoso y deferente sobre las ideas de la problemática nacional; su preocupación era constante y permanente. Fue criticado por sentarse en La Habana para el controvertido y mentiroso proceso de paz de Santos Calderón, una falacia que hoy muestra la realidad de la guerra política y armada que lidera este grupo terrorista; sin embargo, pienso que nadie mejor que alguien que había vivido el conflicto en todas sus dimensiones estaba preparado para representarnos.

Nos cruzábamos siempre en la Escuela Superior de Guerra donde informaba, comentaba y se reunía  con el mando del momento, alertando lo que se venía y lo que podría pasar. Lo vi en ACORE, la Universidad Militar, hablando con políticos, gremios y militares en retiro, siempre con la convicción de contarnos lo que allá en la tierra del revolucionario Che Guevara y Castro estaba ocurriendo; jamás lo vi creyéndole a la izquierda, pero sí lo vi defendiendo al país. Tristemente, los militares y policías de Colombia dependen de los políticos y politiqueros y no, como dice la constitución, del pueblo.

En el año 1995, al salir de la Cuarta Brigada, recibí de sus manos el libro Calila y Dimna, donde escribió: “Fueron muchos los momentos difíciles en la Br4, pero el contar con subalternos como usted siempre fue una garantía”, y en el año 2022 en su libro, Los Pecados de la Paz; allí escribió: “Los soldados y policías nos enfrentamos siempre por el futuro y bienestar de nuestro pueblo. Absoluta convicción, el compromiso no tendrá fin y el sacrificio no será en vano. El soldado enfrenta la guerra, pero el fin último es la paz de su pueblo". Con especial afecto, para el señor Coronel Carlos Martínez C.

Hablando del General Mora, lo único que sé es que generales como él, pocos: esposo, padre y ciudadano comprometido en su calidad de ciudadano y militar; descanse en paz, mi General, que aquí seguiremos utilizando su lema: “Estamos en guerra y vamos a ganarla”.

“El camino puede ser difícil, pero con su ayuda lo podemos lograr”. “Soy ciudadano”.


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