jueves, 18 de septiembre de 2025


Es probable que muchos no sepan qué significa haber sido parte del grupo scout número uno del colegio INEM Simón Bolívar, que está cumpliendo sus primeros 50 años de existencia, y para resolver esa inquietud trataré de resumir algunas de las anécdotas y experiencias vividas al interior del mismo que lo hacen altamente especial. 

Para empezar, el INEM es un Instituto Nacional de Educación Media de categoría pública, donde se creó el grupo scout No. 1 el 18 de marzo de 1975, que no solo recibía estudiantes del colegio y la ciudad; fue así como llegó a tener como jefe de grupo a un estudiante de la Universidad del Magdalena, profesionales en educación especial de la gobernación, jefes de la normal de varones y muchachos de diferentes escuelas y colegios como el Ateneo Moderno, Rodrigo de Bastidas, Liceo Colombia, Hugo J. Bermúdez, Seminario San José, San Luis Beltrán y la Presentación, entre otros. 

Para comprender la pregunta, es necesario recordar a esos viejos amigos scout que encontramos en el camino de la vida y con quienes compartimos historias inolvidables en tiempos de juventud, riesgo y osadía, cuando sentíamos que nada era imposible y teníamos toda la vida por delante, como por ejemplo a: 


Rover Ospina Sánchez, Alberto Daza, Alí Jarufe, Fredy Cuadrado (q.e.p.s.), Enrique Britto Whisgman, Rocío y Patricia Daconte Escorcia, Alfredo Villadiego, Margarita Medina, Enrique Ríos. (QEPD) Fabián Ríos, Juan Carlos Patiño, Yuri Edsón Mejía. (QEPD) Isis Ríos, Gloria Martínez, Arnulfo Padilla, Ramiro Corredor, Gerda Patricia Pineda, Jahel y Lucí Carreño, Marcelo Oñate, Nora Rodríguez, Efraín Noguera, Mabel, Juan Manuel Paredes y Edith Lubo noche. 

Fueron ellos testigos de las largas caminatas de campamento hacia Taganga o Playa Blanca, saliendo desde el Barrio Bastidas, a Minca saliendo desde el INEM, las continuas reuniones los sábados en el parque de Los Trupillos o la Quinta de San Pedro Alejandrino, donde bastantes mangos y tamarindo comíamos.  


Es por ello que no se puede olvidar al loco corredor durante un campamento de la tropa frente a la iglesia de Minca gritándole a Satanás y diciéndole que él era su hijo y que fuera por él. Al rato se le apareció un caballo blanco grande con los ojos negros y le daba vueltas y no supo luego explicar cómo se le subió y cómo se bajó del animal en medio de una noche fría con tinieblas a la una de la madrugada cuando quería pegarle un susto a los scout más jóvenes. 

A Rocío, quien fuera mi novia, que luego de una larga caminata de Santa Marta a Pozos Colorado, se enojó porque se cansó de llevar un huevo en las manos, el cual era parte de una prueba y no se podía romper porque sería colocado bajo la arena caliente de la playa para que se cocinara como parte de la actividad de un fin de semana, y se regresó furiosa. 


Ni qué decir de la vez que dormimos en un parqué en Barranquilla sin plata para el regreso a Santa Marta luego de una actividad scout y nos regresamos de mochileros en diferentes vehículos; situaciones normales para esos tiempos, plata para ir, pero no para regresar. 

La vez que se enojaron por pedirles a los dirigentes un entrenamiento militar en el Batallón Córdoba donde disparamos por primera vez fusil G3, nos pusieron a marchar, comer con los soldados en el rancho de tropa y bañarnos en la piscina de los suboficiales en su casino.

 


Ni qué decir de aquella monumental ceremonia de colocación de pañoletas y otras actividades donde, por primera vez frente al monumento del libertador en la Quinta de San Pedro Alejandrino, fueron los soldados vestidos con los uniformes de la época de Bolívar de color rojo y nos acompañó el Mayor del Ejército Jaime Canal Albán. Ese día a Rover se le cruzó por los pies una culebra y nadie se movió; casi se muere del susto.   

Oh, el gran bazar realizado un sábado para recoger fondos del grupo para pagar la inscripción a la nación en el parque Bolívar de Santa Marta, la nota periodística en el diario El Informador donde estamos lavando el monumento de Rodrigo de Bastidas con los bomberos de Santa Marta o el bonito encuentro iberoamericano con los scout de Venezuela, Ecuador y Perú. 


Una noche maravillosa en las playas del Parque Tayrona, donde la luna estuvo como si fuera una postal, iluminando la playa con el cielo estrellado frente a nosotros casi toda la noche, en el mismo campamento donde Juan Manuel se intoxicó con un arroz de sardinas. 

Algo para no olvidar fue la vez que no nos dejaron entrar a la patrulla Águilas, un policía del Puerto Marítimo de Santa Marta que teníamos coordinado con anterioridad, y como el jefe de patrulla se enojó, lo metieron al calabozo por una hora y toda la patrulla se fue a sus casas sin visitar el puerto. 


Algo especial fue el curso de bombero, tránsito y primeros auxilios con la Cruz Roja, que para esos años se incendió un tanque de combustible de Pozos Colorado y nos llamaron a acuartelarnos como reserva si fuese necesario; Patricia orando decía “que no me llamen que no me llamen”, fue una época maravillosa para unos y asustadora para otros. 

¿Quién no recuerda un campamento en la zona bananera en la finca del HIMAT que tenía piscina, donde no solo nos bañamos en ella bajo una tormenta, sino que también regresamos a casa con los morrales llenos de naranjas, limones y bananos? Pero no faltó el que aprovechó para visitar a las marías casquitos, jajajaja, qepd. 


Pero como el título es una pregunta, la respuesta tiene muchas aristas; es la amistad que traspasa la edad y el tiempo, las barreras de nuestras creencias, de nuestras profesiones, porque ser scout una vez es ser scout toda la vida; es recibir una formación que nos acompaña basada en el servicio a la comunidad, en ser un ejemplo de ciudadano y buscar siempre hacer una buena acción, es vivir bajo la fe católica, los pilares de Dios, patria y hogar que representa el saludo de nuestra mano derecha con el pulgar sosteniendo al meñique que representa la protección del grande al pequeño, sin olvidar que el pequeño puede también ayudar al grande. 

Es encontrar a hombres y mujeres, niños y niñas entrelazando los brazos frente a una fogata sin importar raza, credo o posición social, esperando volver a encontrarse en algún otro lugar; eso es lo que significa ser un scout del INEM Simón Bolívar cuando no teníamos tecnología, cámaras de fotografías, grupos de WhatsApp, redes sociales o plata para el bus de regreso a casa. 

 “El camino puede ser difícil, pero con su ayuda lo podemos lograr”. “Soy ciudadano”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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