Ya trabajando en el Cuartel General de la Cuarta Brigada, (inaugurada en el mes de febrero) y cuando apenas se terminaba de reconstruir la infraestructura y amoblarla con presupuesto del Ejército Nacional y apoyados por la Gobernación de Antioquia, además de la sociedad antioqueña, luego de dos años del atentado terrorista, el 15 de marzo del 2000 nuevamente se recibió otro atentado.
Acababa de pasar por la guardia a las 2 de la tarde ese día y a menos de un metro para ingresar a las oficinas, sonó el primer cilindro bomba y al segundo, los siguientes dos más en contra de las instalaciones, que fueron lanzados desde un carro de estacas por la calle 49, que lamentablemente estallaron en casas vecinas de la comunidad del barrio Estadio, ya se podrán imaginar la experiencia para todos los que iniciábamos las labores de la tarde y en especial para la compañía de seguridad privada donde explotaron los cilindros.
Bendito Dios, que no hubo grandes consecuencias humanas, pero sí materiales, nuevamente el terrorismo guerrillero utilizaba métodos no convencionales que demostraban su modus delincuencial.
Por esos días, se recibió una orden superior acompañada de una información, sobre la presencia de los cadáveres de los indigenistas americanos secuestrados y asesinados por las FARC, localizados supuestamente en el sector del Municipio de Murindó y con el Comandante de la Brigada Brigadier General Eduardo Herrera Verbel y el Oficial de Operaciones nos tocó viajar hacia Quibdó Chocó, para atender las acciones de recuperación y exhumación de los cuerpos, en compañía de funcionarios de la Fiscalía General de la Nación, información que terminó siendo falsa.
Para el 28 de marzo, el frentes 34 y 57 de las FARC, realizaron un atentado terrorista sobre la población del Vigía del Fuerte, 20 muertos entre policías y civiles fue el resultado de la masacre, donde se utilizó un explosivo que dejó los cuerpos de los uniformados como gelatinas, sus huesos habían quedado destruidos, cuanta maldad y barbarie fue presenciada por mis ojos.
Como los militares nunca dejan de actualizarse, recibí capacitación en Medellín sobre plantas telefónicas, ya ingresaba una mejor tecnología al servicio de la institución y lógicamente de la sociedad antioqueña, por su parte el Oficial de Comunicaciones de la Primera División planeó y ejecutó el seminario en las instalaciones de ACORE Antioquia al cual asistí de igual manera.
Como todo ciclo de permanencia en las unidades militares termina, el mío se había acabado, fui llamado a curso para ascenso al grado de Mayor en la Escuela de Armas y Servicios en Bogotá, allí, logré aprobar la fase de especialización en comunicaciones en Facatativá Cundinamarca, el Curso de Comando, el Curso Básico en Derechos Humanos, la Especialización en Administración de Recursos Militares y obtuve orgullosamente el título de Profesional en Ciencias Militares, todos los títulos aprobados por el Ministerio de Educación; como ven, la preparación de un militar avanza progresivamente, bajo el concepto educativo holístico (humanista, constructivista y conductista).
Los premios van llegando con el reconocimiento de la misión cumplida, para ese año fui condecorado con la medalla de las comunicaciones militares Manuel Murillo Toro impuesta en ceremonia en Facatativá Cundinamarca por el Brigadier General Francisco Varón Velazco primer oficial de insignia del arma de comunicaciones en la historia del Ejército Colombiano.
Rápidamente, pasaron 6 meses de preparación académica, ahora la nueva destinación, fue la Brigada de Infantería No 14 con sede en Puerto Berrio Antioquia, me esperaba el Magdalena Medio, donde se unen por jurisdicción militar los departamentos de Antioquia, Santander y Boyacá a lo largo del rio Magdalena, que entre otras curiosidades, existía un letrero a la entrada de Puerto Boyacá que decía “Puerto Boyacá Capital antisubversiva de Colombia”; en el Batallón Bomboná al lado de dos compañeros de ingenieros y uno de infantería ascendimos al grado del Mayor.
La vida de un militar está hecha de esfuerzos y reconocimientos, este nuevo grado representó para mí entre otras, la experiencia adquirida durante 15 años de vida militar, subir la responsabilidad laboral del nivel táctico a lo operacional, terminar con nostalgia la etapa del Capitán, donde se dice “es el doctorado de la milicia” y recibir altivamente la responsabilidad del oficial superior, pasar de la etapa ejecutoria a la de planeación y supervisión, asumir las funciones en un Estado Mayor (hacer apreciaciones, planear, asesorar, recomendar y supervisar) o asumir el mando de una Unidad táctica como Ejecutivo y Segundo Comandante.
En Colombia, los oficiales que ostentaron el grado de mayor, cumplieron una labor fundamental en el desarrollo del conflicto interno, asumiendo la difícil misión de ser Comandantes de los Batallones de Contraguerrillas, depositando en ellos, la invaluable misión de ejecutar los diferentes planes de campaña del Ejército, orientados bajo una estrategia nacional, como primera línea de defensa operacional, contra las guerrillas de las FARC, ELN y el EPL.
En esta etapa de mi vida militar, algunas cosas empezaban a cambiar, entre ellas, el portar en la gorra, los laureles que representan el reconociendo a la labor cumplida, el viejo sable recibido de Alférez, cambiaría por uno con un león de ojos rojos, en cuya vaina estarían inscritas las letras “República de Colombia”, entre tanto, las estrellas de Capitán cambiaron por la barra y la estrella, insignia de la cual existe una marcha musical militar denominada “barras y estrellas”… Y así, empezaría un nuevo ciclo en mí vida como militar.
“El camino puede ser difícil, pero con tu ayuda lo podemos lograr” (Soy Ciudadano)
Felicitaciones mi Coronel Martínez, usted hace una excelente y muy descriptiva historia de todo lo vivido a través de sus años como militar, en los diferentes grados hasta llegar al grado de mayor. Que duras pero bonitas experiencias. Después de 44 años de haber pedido mi baja, por motivos inherentes a sucesos acaecidos en el ejército, pero generados por un presidente civil y que terminaron con la llamada a calificar servicios de 3 grandes y queridos militares(2 Generales y 1 Coronel), tome la difícil decisión de no continuar mi carrera militar, molesto y desmotivado por lo ocurrido y ver llorar a un gran General, nuestro comandante del ejército, despidiéndose de nosotros. Sin embargo mi amor por mi ejercito y mi patria continuaron intactos en mi alma y aún hoy a la edad de 66 años, sigo pensando que nací para ser militar y lo digo siendo de corazón.
ResponderEliminarMuchas gracias por su comentario señor Eduardo, me alegra leer su sentimiento de cariño hacia la institución, estoy seguro que nació para ser parte de nuestra Fuerza Publica, gracias por leerme y compartir parte de su vida; me gustaría conocer en que grado se retiro.
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