domingo, 19 de julio de 2020

Sin darme cuenta, ya habían pasado tres años de mi vida profesional como Mayor del Ejército y entraba al cuarto año, año crucial, toda vez que se iniciaban los estudios para el llamamiento a ascenso al grado de Teniente Coronel, en mi caso, por una situación coyuntural al interior de la organización de las  comunicaciones militares, siete coroneles fueron retirados de la institución y por la escases de los mismos, fui nuevamente trasladado, esta vez, nuevamente a un Comando de Unidad Operativa Mayor.

La Quinta División del Ejército, tenía sede en Bogotá, en las instalaciones del cantón norte y bajo su responsabilidad estaban las Brigadas, Primera en Tunja, Sexta en Ibagué, Novena en Neiva, Décima Tercera en Bogotá y la Brigada Móvil No 6 localizada en el sur del Tolima, el mando del momento lo tenía el Brigadier General Hernando Alonso Ortiz Rodríguez, todavía recuerdo el saludo de  bienvenida el día en que me presente… historia.

Casi no había terminado de armar el trasteo en la casa y las hijas terminar de estudiar en Cali, cuando nuevamente tocó recoger el trasteo y volver a la misma dinámica, desarmar y armar, bueno la verdad esa tarea lo hacia mi esposa, buscar camión, buscar casa, colegio para mis hijas en Bogotá y todo nuevamente por los intereses de unos cuantos, hoy confieso, que algunos oficiales de comunicaciones no querían ir a trabajar con el General Ortiz, pero yo fui y me fue excelente.

Me nombraron oficial de Comunicaciones (G-10) inicialmente y por encargo posteriormente como oficial de logística (G-4) de la División, fue un trabajo bastante interesante por varias razones.

En cumplimiento de los objetivos trazados, se pasó revista a las brigadas y sus batallones, recorrido que se ejecutó unidad por unidad, bajo una programación autorizada por mis superiores, los cerros repetidores fueron inspeccionados y se realizó la reunión de oficiales de comunicaciones de las unidades operativas menores con la participación del entonces Director de Comunicaciones del Ejército, Coronel Gustavo Armando Vargas.

Por otra parte, el señor General Martin Orlando Carreño Sandoval q.e.p.d. Comandante del Ejército, tuvo a bien, dirigir desde las instalaciones una reunión  de Estado Mayor y un programa de radio a nivel nacional, no se imaginan ustedes lo tensionante que era ésta tarea, sincronizar 5 divisiones, 30  brigadas y más de 200 batallones desplegados por todo el país, era una misión fácil de contar hoy, pero en ese momento nos jugábamos el prestigio en minutos.  

La Quinta División, fue delegada por el Comando del Ejército, para recibir una comisión de la fábrica de equipos de comunicaciones Norteamérica Harrys y lógicamente fue mi responsabilidad.

Desde recibirlos en el Aeropuerto el Dorado, escoltarlos y colocar los equipos en los depósitos adecuados, facilitar un área para la demostración a los Comandos de Fuerza y hacer pruebas de campo, la intención era estudiar la posibilidad de adquirirlos, toda vez que para la fecha utilizábamos los de la firma Israelí, Tadiran.

 

Conceptos, visitas, estudios, análisis, reuniones, demostraciones y todo un proceso de evaluación y verificación que duró un mes de trabajo diario, pero al final cumplimos lo ordenado, el tema de compra no era fácil, las fuerzas habían invertido gran parte de su presupuesto año tras año, comprando los radios y repetidores de la firma Tadiran y reemplazarlos era dispendioso y costoso.

Por la asignación del cargo fue necesario asistir al seminario de tecnologías de la información, dirigida por ChannelPlaneet en Bogotá y en Facatativá los cursos de los radios Tait Orca, los geoposicionadores Garmin además del software map necesarios para la conducción de las operaciones militares, tecnologías que ingresaban al país y debíamos aprender para luego orientar a los que los usarían.

De otra parte, las comunicaciones debían estar a la altura de las circunstancias, para ello fue necesario hacer equipo con las empresas prestadoras de servicios, trabajar de la mano con la Policía Nacional y con las organizaciones que actuaban en momentos de emergencias, todos en conjunto, generábamos aportes al tema de la seguridad desde una dinámica casi que invisible.

Solo en esta unidad militar, participaba de una orden del General Ortiz, la misa del Estado Mayor todos los domingos a las 11 de la mañana en honor de los caídos en acción y como protección de las tropas que desempeñaban operaciones, allí, cada sección debía coordinarla y dirigir la actividad dominical; si claro, estábamos en Bogotá, pero el tiempo de descanso si no estabas de servicio, era el domingo a partir de las 12 del día, de resto, solo trabajo; comprendí entonces por qué no querían trabajar allí algunos de mis colegas.

La Quinta División, tenía otro propósito interesante para destacar, la elaboración del libro “El epitafio de los inocentes” allí, se podía escribir un compendio de los hechos terroristas que afectaban a los soldados, campos minados, secuestros, asesinatos y toda clase de sucesos que demostraban como las guerrillas de las FARC y el ELN, violaban los Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario, sí, aunque no lo crean, los mismos que hoy están sentados en el Senado de la República.

Cada libro, generaba una pintura, una exposición y un lanzamiento público para dar a conocer los hechos que quedaban escritos en la historia en tiempo real.

Para el mes de octubre, un lunes como todos los lunes se realizaba la reunión de Estado Mayor, que era presidida por el General Ortiz y cuando me tocó el momento de mi intervención, interrumpió el General diciendo estas palabras con mirada crítica “lamento informarle…” pasaron unos segundo y todos los oficiales lo miraban con mirada de ¿qué pasó? “Que fue tenido en cuenta para ir a curso” ese hombre nunca bromeaba y ese día lo hizo, todos soltamos la risa, me dijo “espere la carta” y así fue.

Dios, mi familia y todos los que me apoyaron para cumplir mi trabajo, hicieron parte del agradecimiento que lancé en silencio en mi caminar ese día para almorzar en la casa, ah historia que me hace brotar lágrimas de sentimiento, el hijo de doña Cecilia y Alicia, alcanzaba un peldaño más en su recorrido.

El siguiente paso, era recibir la carta, recibir los módulos de estudio y empezar a estudiar, todos los seleccionados que pudieron igual que yo, pedimos vacaciones para noviembre, un mes dedicado a la preparación de los exámenes de admisión; de nada te servía ser llamado, si perdías el examen, no había forma de repetirlo y no se podía ingresar como alumno a la Escuela Superior de Guerra para adelantar el Curso de Estado Mayor si perdías uno, de los siete exámenes.

Los aspirantes al curso, nos concentramos por voluntad propia en grupos de estudio, en la Escuela de Inteligencia, en la Escuela de Caballería y en la Escuela de Ingenieros, yo asistí al grupo de inteligencia, donde entre otras repasamos y estudiamos las materias de geografía e historia de Colombia, operaciones irregulares, operaciones regulares y proceso militar para la toma de decisiones entre otras, un día por examen durante una semana y al final, la información de las notas de allí se elaboraba el acta que sería enviaba al Comando General y las Fuerzas dando cumplimiento a la ley de admisión, quienes no pasan son regresados a sus cargos y en poco tiempo retirados de la institución.

Se imaginan por un momento, lo que significa para un hombre que ha dedicado 15 años de su vida al cumplimiento de la misión y atravesado tantas dificultades que le digan que no fue tenido en cuenta o por el contrario que lo seleccionen, le envíen la carta y los módulos, estudie y pierda un examen y regresar a su casa para contarle a su esposa e hijos que no fue admitido al curso por la pérdida de una materia, eso es altamente triste y algún día tendrá que ser reevaluado esos procedimientos, muchas personas excelentes se quedaron en el camino y merecían ser tenidos en cuenta.

Lo cierto, es que yo aprobé mis exámenes, cumplí los requisitos y ese diciembre la pasamos en Bogotá dando gracias a Dios, luego de haber visto las caras de alegría de muchos, pero también las de tristeza de otros compañeros, a ellos mis respetos y mi reconocimiento tardío por la labor cumplida en defensa de la soberanía colombiana.

“El camino puede ser difícil, pero con tu ayuda lo podemos lograr” (Soy Ciudadano)



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